viernes, 1 de febrero de 2013

COMO ALENTAR LA EMPATÍA
Y LA ATENCIÓN
Dwaina Brooks estaba estudiando en su clase de cuarto grado el fenómeno de las personas
sin hogar. Como para la mayoría de los niños de su edad, se trataba de un tema que revestía más
interés que otro que afectara su vida. Un día, mientras volvía de la escuela a su casa, se detuvo
para hablarle a una de estas personas y le hizo la simple pregunta siguiente:
-¿Qué necesita?
-Necesito un trabajo y una casa – respondió concretamente. Dwaina sabía que no podía
darle esas cosas de modo que le preguntó:
-¿Hay alguna otra cosa que necesite?
-Me encantaría una comida realmente buena – respondió, y Dwaina pensó que eso era
algo en lo que podría contribuir.
Después de tres días de hacer compras y planes, Dwaina, su madre y sus dos hermanas,
prepararon mas de cien comidas que llevaron a un refugio cercano para desamparados. Casi todos
los viernes por la noche, durante un año, Dwaina y su familia hicieron lo mismo. Solicitando
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donaciones de la comunidad y la ayuda de sus compañeros de clase, Dwaina preparó miles de
comidas para los desamparados de Dallas.
Explicó su filosofía a un periodista de USA Today: “Cada uno de nosotros debería tener
algún tipo de preocupación por los demás (…) Y se los debemos. No hay nadie que no haya sido
ayudado alguna vez por otro. Deberíamos estar siempre preparados para devolver lo que la gente
nos ha dado”.
Dwaina ejemplifica lo que significa mostrar empatía: fue capaz de colocarse en los zapatos
de otro. En realidad, mostró algo más que empatía, porque una vez que reconoció lo que su vecino
desamparado sentía, se mostró dispuesto a actuar en su nombre. Como resultado de ello, ayudó a
cientos de personas.
La recompensa de enseñarles a los niños a mostrar mas empatía es enorme. Aquellos que
tienen fuertes capacidades empáticas tienden a ser menos agresivos y participan en una mayor
cantidad de acciones prosociales, tales como ayudar y compartir. Como resultado de ello, los niños
empáticos son mas apreciados por pares y adultos y tienen más éxito en la escuela y en el trabajo.
No resulta sorprendente que los niños empáticos crezcan con una mayor capacidad de lograr un
contacto íntimo en sus relaciones con sus cónyuges, amigos e hijos.
LAS ETAPAS DE LA EMPATÍA
Los psicólogos del desarrollo señalan que existen en realidad dos componentes para la
empatía: una reacción emocional hacia los demás, que normalmente se desarrolla en los primeros
seis años de la vida de un niño, y una reacción cognoscitiva, que determina el grado en el que los
niños de más edad son capaces de percibir el punto de vista o la perspectiva de otra persona.
Podemos observar una empatía emocional en la mayoría de los niños pequeños a lo largo
de su primer año de vida. Los bebés suelen darse vuelta para observar a otro niño llorar y
frecuentemente se pondrán a llorar también. El psicólogo del desarrollo Martin Hoffman la
denomina “empatía global” debido a la incapacidad del niño para distinguir entre él mismo y su
mundo, interpretando la aflicción de cualquier otro bebé como propia.
Entre la edad de uno y dos años, los niños ingresan en una segunda etapa de empatía en la
que pueden ver claramente que la congoja de otra persona no es la propia. La mayoría de los niños
de esa edad tratan en forma intuitiva de reducir la congoja del otro. Sin embargo, debido a su
desarrollo cognoscitivo inmaduro, no están seguros de lo que deberían hacer exactamente,
adquiriendo un estado de confusión empática, tal como se ilustra en el siguiente ejemplo:
Sara mostró esta confusión empática cuando su compañera de juego, Melanie,
comenzó a llorar repentinamente. Al principio, pareció que Sara comenzaría a
llorar también, pero luego se puso de pie, dejó los bloques con los que había estado
jugando, y comenzó a acariciar a Melanie.
Cuando la madre de Melanie entró en la habitación y levantó a Melanie en sus
brazos para ver qué estaba ocurriendo, su hija no hizo más que sollozar más fuerte.
Al ver que Melanie seguía acongojada, pero al tener que hacerse cargo también de
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otra persona, Sara comenzó a acariciar suavemente el brazo de la madre de
Melanie. Al decidir que Melanie estaba mojada, su madre se la llevó de la
habitación, dejando a Sara sola y aparentemente insatisfecha con los resultados de
su intercesión. Sara se acercó entonces a un oso de peluche y comenzó a
acariciarlo, acariciando también, de vez en cuando, su propio brazo.
Algunos niños parecen nacer con más empatía que otros. Los psicólogos M. Radke-
Yarrow y A. Zahn-Waxler señalan en un estudio sobre niños de uno a dos años, que algunos
respondieron a la congoja de otros niños con una expresión de sentimientos empáticos e intentos
directos por ayudar, mientras que otros se limitaron a observar y expresar más interés que
preocupación. Un tercer grupo mostró una reacción negativa ante el dolor de otros niños, algunos se
retiraron de los que estaban llorando y otros incluso regañaron o golpearon al niño que se lamentaba.
A medida que sus capacidades perceptivas y cognoscitivas maduran, los niños aprenden
cada vez más a reconocer los diferentes signos de la congoja emocional del otro, y son capaces de
combinar su preocupación con conductas adecuadas.
A los seis años comienza la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad de ver cosas
desde la perspectiva de otra persona y actuar en consecuencia. Las capacidades relacionadas con la
adopción de una perspectiva le permiten a un niño saber cuándo acercarse a un amigo desdichado y
cuándo dejarlo tranquilo. La empatía cognoscitiva no requiere de comunicación emocional (tal
como el llanto), porque un niño ya ha desarrollado entonces un punto de referencia o modelo interno
respecto de cómo puede sentirse una persona en una situación de congoja, ya sea que lo demuestre o
no.
Por ejemplo, Kevin, de ocho años, decidió quedarse afuera del mercado de la esquina
mientras su madre hacía compras para la cena. Vio a una mujer, aproximadamente de la edad de su
abuela, cargada de bolsas de compras que se dirigía hacia la puerta. En forma instintiva, él la abrió.
-Gracias, jovencito, ¡qué dulce! –respondió la anciana a su gesto considerado.
Momentos después, una joven madre se acercó a la puerta, llevando una bolsa de compras
y cargando un bebé arropado en los brazos. Kevin volvió a abrir rápidamente la puerta y recibió el
debido agradecimiento.
Luego se acercó un hombre con un gorro de pintor sosteniendo una taza de café, otra mujer
mayor, y dos adolescentes charlando. Kevin le abrió la puerta a cada una de las personas, y recibió
el agradecimiento de cada una de ellas. Kevin estaba en condiciones de imaginar la forma de sentir
de estos individuos, aun cuando no dijeran nada, y actuó en forma correspondiente. Estaba usando
sus capacidades de empatía cognoscitiva.
Hacia el final de la niñez, entre los diez y los doce años, los niños expanden su empatía
mas allá de aquellos a los que conocen u observan directamente, para incluir a grupos de gente que
no conocieron nunca. En esta etapa, denominada empatía abstracta, los niños expresan su
preocupación por gente que tiene menos ventajas que ellos, ya sea que vivan en otra manzana o en
otro país. Cuando los niños hacen algo acerca de estas diferencias percibidas a través de actos
caritativos y altruistas, podemos suponer que han adquirido en forma completa la capacidad de
empatía del CE.
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¿CÓMO CONTRIBUIR A QUE SU HIJO MUESTRE MAYOR EMPATÍA HACIA
LOS DEMÁS?
Tal como lo hemos visto, la empatía – la base de todas las capacidades sociales – surge
naturalmente en la gran mayoría de los niños. Puede resultarle sorprendente que la mayoría de los
estudios no muestren diferencias significativas en las conductas empáticas de niños y niñas. En
general, los varones son tan serviciales como las niñas pero tienden a llevar a cabo actividades
físicamente serviciales o de “rescate” (como ayudar a otro niño a aprender a andar en bicicleta),
mientras que las niñas son aptas para ser mas solidarias desde el punto de vista psicológico (como
consolar a otro niño que está perturbado). Ni la clase social ni el tamaño de la familia parecen estar
relacionados con los comportamientos empáticos, aunque las hermanas mayores parecen ser en
general más serviciales que sus contrapartes más jóvenes. Tiende a producirse una conducta más
servicial entre hermanos cuando existen mas diferencias de edades.
Dada esta situación y el impulso natural de nuestros niños a mostrarse serviciales y
considerados, podríamos esperar encontrar una conducta empática mucho mas frecuente y coherente
de lo que en realidad ocurre. En la mayoría de los casos en que los niños se muestran poco amables,
desconsiderados e incluso crueles, podemos encontrar en el hogar una explicación para esta
conducta “poco natural”. Si usted quiere criar a un hijo que se preocupe por los demás y cuyas
conductas sean coherentes con estos sentimientos, esto es lo que puede hacer.
“LEVANTE LA MEDIDA” DE SUS EXPECTATIVAS RESPECTO DE UNA
CONDUCTA CONSIDERADA Y RESPONSABLE EN SUS HIJOS.
En algunas familias, la religión desempeña un papel importante en el desarrollo moral de
los niños. Aunque la mayoría de las religiones requieren que los niños memoricen una lista de
normas morales, como los Diez Mandamientos, esta simple memorización y recitado no parece
producir mayores efectos en su conducta. Lo que resulta efectivo como influencia en los niños es la
forma en que los padres ponen en práctica el sistema de valores de su religión en sus vidas
cotidianas. Algunas comunidades religiosas enseñan a los niños a preocuparse por los demás en
forma particularmente efectiva.
Por ejemplo, en su libro Raising your child to be a mensch (Educar a su hijo para que sea
un mensch), el rabino Neil Kurshan define el énfasis judío en la preocupación por los demás.
Escribe al respecto: “(La palabra) menschlichkeit (significa) responsabilidad fusionada con
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compasión, la sensación de que nuestras propias necesidades y deseos personales están limitados por
las necesidades y los deseos de los demás. Un mensch actúa con moderación y humildad, mostrando
siempre sensibilidad hacia los sentimientos y pensamientos de los demás. En tanto que menschen
sentimos una pasión genuina por aliviar el dolor y el sufrimiento de quienes nos rodean.”
El rabino Kurshan se lamenta de que la palabra “mensch” haya prácticamente desaparecido
de la cultura judeo-norteamericana. Describe un incidente en el que le solicitó a una clase de
adolescentes que definieran el término, recibiendo como única respuesta una serie de miradas
intrigadas de confusión. Luego un muchacho, levantando su mano vigorosamente explicó que se
trata de una “mujer bonita a la que le gusta coquetear con los hombres”.
-No – explicó el rabino confusamente – no es eso. Luego ofreció una explicación
adecuada. Solo más tarde se le ocurrió que ese muchacho le había dado en realidad una definición de
la palabra “wench” (antigua palabra inglesa para prostituta).
Kurshan atribuye la desaparición de la menschlichkeit de todos los niveles de la sociedad a
la disminución de las expectativas de los padres, incluso hasta el extremo de que estos temen en
realidad la desaprobación y el rechazo de sus hijos. Explica: “a lo largo de los años he conocido
parejas que suelen ocultar cinco o diez dólares en sus cómodas para que sus hijos los encuentren
porque temen que, de lo contrario, les roben mucho mas de sus billeteras. Conozco a algunos padres
que no establecen ningún tipo de horario límite por temor a que sus hijos los ignoren, y padres que
se muerden la lengua cuando sus hijos los llaman “imbéciles” o “idiotas”.
Si usted quiere que sus hijos se tornen mas empáticos, atentos y responsables, entonces
debe esperarlo de ellos. Debe establecer normas familiares claras y coherentes y no renunciar a
ellas. Debe requerirles que sean responsables. Ya desde los tres años, debería esperarse que los
niños se limpien a sí mismos e inclusive ayuden en tareas simples, como poner la mesa. Las tareas
domésticas y otras responsabilidades deberían aumentar con la edad, y no deberían estar atadas a
recompensas, ni siquiera a un estipendio. Debería esperarse que los niños ayuden en la casa porque
ayudar a los demás es lo correcto. Recibir una mensualidad y aprender a manejar dinero es un
asunto totalmente distinto.
Si usted quiere que su hijo sea atento, considerado y responsable, debe hacer algo simple:
levante la medida de sus expectativas. Ser un padre permisivo es fácil. Es fácil hacer la cama de su
hijo o sus deberes escolares. Pero para criar niños mas responsables, los padres deben tornarse ellos
mismos más responsables y pueden comenzar a hacerlo dejando de lado la idea de que malcriar a sus
hijos no los perjudicará. Si lo hará.
ENSÉÑELES A SUS HIJOS A PRACTICAR “ACTOS ALEATORIOS DE
BONDAD”
El estadista romano Cicerón escribió una vez: “En nada se acercan mas los hombres a los
dioses que al hacer el bien para sus semejantes”.
Una de las formas más simples y efectivas para enseñarles a los niños la empatía es la
práctica de “actos aleatorios de bondad”. Este movimiento nacional fue iniciado por el libro
Random Acts of Kindness (Actos fortuitos de bondad) que contiene anécdotas sobre la forma en que
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actos simples de consideración y solicitud afectan la vida de las personas. Un estudiante
universitario recibió tarjetas postales anónimas y misteriosas por parte de la madre de un amigo que
tornó sus primeros meses fuera de casa mas llevaderos. Una mujer dejó una lámpara rota en el
ómnibus, y el conductor se apartó de su camino y se la devolvió reparada. Una viuda reciente salió
de su coche y sollozó al costado de la ruta, porque el viaje de Navidad con sus hijos adolescentes era
una gran decepción. Un extraño detuvo su automóvil, sostuvo y consoló a la mujer e invitó a su
familia a beber un té y a recorrer la ciudad para ver las luces navideñas.
Lo que les resultó curioso a los editores de Random Acts of Kindness de Conari Press, que
seguían recibiendo innumerables historias de bondad, era hasta qué punto los actos buenos más
simples podían modificar la vida de la gente. Escriben lo siguiente en el prefacio al segundo
volumen de cartas: “Desde la posición ventajosa de haber leído tantas historias de personas
diferentes… la bondad emerge como una de las herramientas mas poderosas a nuestra disposición a
medida que avanzamos en nuestras vidas. Su poder no sólo resulta fácilmente accesible para
cualquiera que se preocupe por usarla, sino que no puede disminuir nunca; por el contrario, se
expande con cada acción”.
Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para convertir a la bondad en un proyecto
familiar. Compre un diario “en blanco” en la librería y registre cada día un acto de bondad para cada
persona de la familia. Un acto de bondad puede ser algo tan simple como sostenerle la puerta a
alguien o llamar por teléfono a un amigo enfermo. A medida que la bondad se vuelve un hábito,
usted se dará cuenta de que los niños no quedarán nunca conformes. Se esmerarán mas de lo
habitual para llevar a cabo actos altruistas.

 FUENTE:LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
DE LOS NIÑOS
Shapiro, Lawrence
Vergara Editor, S.A.
México, 1997

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